Vivimos en un mundo interconectado, donde los clientes comparan precios con el móvil y dejan referencia de las experiencias de compra, en Facebook o Twitter, en cuestión de minutos. Quizás le vengan a la mente ejemplos de empresas que parecen haberlo entendido a la perfección, como Google, Amazon, o yendo más cerca Mercadona, Zara, etc.
Los líderes deben ser conscientes del nuevo contexto, incluso fuera de su jornada laboral, pues ya no sorprende como un tweet desafortunado se viriliza y perjudica gravemente la imagen de una empresa, truncando en algunos casos la carrera del autor. Pero lo que entendemos por liderazgo hoy día ha cambiado. En muchas ocasiones el expediente académico o haber cursado un caro MBA no garantizan que el candidato será un buen líder. Tampoco los éxitos anteriores, pues cada nuevo puesto, proyecto o empresa implica retos diferentes.
Lo que sí parece constante es la presencia de varias cualidades en los lideres que mayor éxito obtienen, independientemente del país o sector empresarial. Citando estudios de Jeffrey M Cohn, CEO Advisor and Coach, estas serían las 7 cualidades esenciales del líder: Integridad, Pasión, Coraje, Visión, Buen juicio, Empatía e Inteligencia Emocional. Si el líder las posee, y además esta comprometido, las posibilidades de que una empresa tenga éxito a largo plazo se multiplican exponencialmente.
Cuando ascendemos a un puesto que conlleva autoridad y empezamos a coordinar equipos, queramos o no, debemos liderar, entendiendo como tal la capacidad de inspirar a otros para hacer las cosas bien, logrando que sean plenamente conscientes de “que hacen” y “por qué lo hacen”.
Es imprescindible que las metas corporativas se vuelvan personales y compartidas por todos los trabajadores independientemente de su departamento o rango funcional. Actualmente el líder no “manda”, si no que conduce a los colaboradores hacia un propósito, vinculando su trabajo a resultados alineados con los objetivos de la organización.
Cuando no sabemos porque remamos ni cuál es la meta, no valoramos nuestros avances y nos vemos arrastrados por la desmotivación. Aunque algunos parecen no entenderlo se rema con más fuerza cuando es la ilusión quien nos impulsa que cuando el látigo golpea la espalda. La lealtad ya no se compra con aumentos, si es que alguna vez lo hizo, y por supuesto menos a través de amenazas.
Por tanto, que el líder sea capaz de que sus equipos visualicen el objetivo es vital, pero no suficiente, esto será la chispa que encienda el motor, pero luego hay que alimentarlo continuamente de combustible para que siga funcionando a plena potencia.
El líder “moderno” favorece la delegación y asunción de responsabilidades por parte de los miembros del equipo, dejando que sean ellos quienes administren su tiempo o tareas, etc. Asimismo impulsa la creatividad e innovación como factor diferenciador clave de cualquier organización.
También debe lograr que sus equipos descubran lo mejor de sí mismos y se comprometan en la búsqueda de la excelencia en su trabajo. Los empleados deben percibir que su trabajo es importante y sus esfuerzos, errores y aciertos tienen un efecto sobre la organización y a veces mucho más allá, incluso en la sociedad.
Luis Miguel Fuentes Gutiérrez
Socio Director
In Confidence